"The Nutcracker in 3D" (2010)



Andrei Konchalovsky regresa a las pantallas por navidad con una adaptación del cuento de E.T.A. Hoffman "El cascanueces y el rey de los ratones", inspirador también del ballet de Chaikovski, con el que la película comparte título y música, pero según el director poco más. Realmente toma, tanto elementos de la obra literaria, como de la musical, pero lo realmente llamativo es lo añadido. Si el relato corto funciona como crítica a la tiranía insaciable, crítica que desaparece en su versión sinfónica quedando en simple cuento de hadas, probablemente porque la narración que la inspira es una adaptación de Hoffman descafeinada por Alejandro Dumas padre, aquí el contenido político deriva hacia una plasmación de la vileza de los sistemas totalitarios, especialmente en el siglo XX.

Puede que este diferencial sea el peor vicio de la cinta, plagada de referencias a la pasada centuria: cameos históricos de personajes como Einstein o Freud, planteamientos estructuralistas bastante superados, referencias estéticas que parecen englobar hasta la etapa "Like a virgin" de Madonna, toda una revisión burguesa de la imaginería estética propagandística estalinista digna de Deineka. Probablemente plaga la historia con esta serie de guiños arrastrado por el espíritu de englobar a un público intergeneracional, puede que lo haga como alegato en contra del olvido en las generaciones venideras, pero el caso es que la mayoría de los que ahora son niños ya tienen sus propias tragedias universales con sus propios códigos, y aunque la iconografía post 11-s se hace evidente por momentos, no acaba de tomar las riendas todo lo que debería para que los infantes de hoy logren descifrar lo que se les está intentando contar, aunque aquí se plantea lo más decepcionante, es probable que este mensaje sobre los peligros del absolutismo gubernamental se reserve solo para padres y abuelos, relevando a los pequeños a la alimenticia historia de amor, superación personal, traición y redención.

Destacable, sin duda, Turturro como Rey Rata, personaje en el que se conserva parcialmente la oscuridad y excentricidad grotesca que caracterizan los escritos de Hoffman, así como, el tratamiento monstruosamente feísta de sus arrebatos coléricos. También el constante juego de palabras con el término ratificar, que por momentos parece apuntar la crítica en dirección a las dictaduras burocráticas que pueden suponer a veces ciertas democracias, probabilidad que se diluye definitivamente en un triunfalismo ambiguo y confuso, junto con todo el mensaje político previamente lanzado, llegado el desenlace de la película, un cuento de hadas a pesar de todo.
Publicado en Cinecritico

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