Enésima adaptación para la pantalla de la novela de Charlotte Bronte, traslación de género del mito dickensiano, tan propio de la novela victoriana, del huérfano miserable que triunfa a pesar de un periplo vital injusto y exasperante plagado de trabas y reveses a cada cual peor. Texto que supuso un enorme éxito en su momento por encajar a la perfección con la sensibilidad del público decimonónico inglés, ávido de dramatismo exagerado y crítica para con la sociedad de clases, y desde luego, por representar un alegato de emancipación y autosuficiencia femenina por la vía de la determinación. Con la intención de volver sobre este discurso y la misión autoimpuesta de mantenerse fiel a la obra, el director Cary Fukunaga rescata la historia de la aguerrida Jean Eyre con el objetivo de "modernizar el clásico".
Hay dos maneras de modernizar un clásico, por un lado la rupturista teen, propia de Bazh Lurman o Sofia Coppola, marcada por síntomas como la banda sonora y/o ambientación anacrónica de regusto adolescente. Por otro, la que nos ocupa, la de la simple literalidad textual disfrazada de respeto ilustrado burgués. En ambos casos lo importante es que la obra plantee oposición romántica preferiblemente narrada desde el prisma femenino. En la presente, a la consabida historia de amor, se une la denuncia de tendencias sufragistas antes mencionada motivando que, el que en su momento fue un discurso moderno, ahora se antoje en principio innecesario y trasnochado por lo menos en latitudes en las que ciertas batallas sociales se hallan bastante superadas, mismas latitudes en las que uno puede encontrar salas de cine.
Incluso parece más lógico que el romance frustrado enmarcado en un conflicto contemporáneo genere mejores resultados, de hecho, la visitación del clásico se adivina como una simple excusa para aferrarse al presupuesto éxito de una historia de amor imposible avalada frente a una simple historia de amor imposible sin garantías. Son innegables las múltiples virtudes del film, pero igualmente, es evidente que no alberga razón de ser al tratarse simplemente de una actualización que se reduce a dotar de rostros conocidos a personajes más que vistos y que solo busca la explotación de lo que deben considerar una franquicia de acreditado éxito centenario, aunque traten de barnizarlo con una capa de admiración por la tradición literaria victoriana.
Publicado en Cinecritico
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