"Addams Family Values" (1993)



Recuerdo haber visto esta película en el cine, acababa de cumplir nueve años y era navidad. Fue increíble, no daba crédito, una familia que aborrecía los campamentos de verano, tanto como la mía, y se parecían en otras muchas cosas. Evidentemente también había muchas en las que no, sobre todo en las cosas relacionadas con cadáveres, pero me gustaba, y si algo me gustaba más que nada era Miércoles, la pequeña y dulce Miércoles. No por su halo funesto, ni por su angelicalidad escótica, sino por esa mordacidad vitriólica. No era infantil, podía parecerlo, pero no lo era.

La película se presenta como uno de esos horribles mocosos con pajarita que desearías matar, la maldad de un viejo con rostro pueril, como el cabrón de Benjamin Button si fuese real, un caramelo podrido. Me era fácil reconocerlo, yo era uno de ellos. Intentos de infanticidio, de parricidio, alusiones veladas a la masturbación, vouyerismo sexual declarado, bebés con resaca, niños que fuman y conducen, objetos cortantes y punzantes, seres humanos cocinados a fuego lento, una exaltación y reivindicación armada de lo diferente.

Nada tenía que ver esta Pocahontas insurrecta con la que nos regalaría dos años depués la factoría Disney, sumisa en la invasión y en el amor. Y el motín del Campamento Chippewa, aunque muy parecido al del contemporáneo Kampamento Krusty (proyecto frustrado de película de los Simpson), no finaliza en amnistía, ni siquiera finaliza. Nuestros héroes no cambian, modifican el entorno e incluso lo arrasan si hace falta.

Una vez derrocadas las instituciones de lo normal, triunfa lo salvaje y al final los malos resucitan, porque, aunque hayan tratado de jodernos con su autoindulgencia, los comprendemos mejor que a los buenos. Y es que este film se revaloriza con el paso del tiempo, como el cromo de Amy Fisher que los niños intercambian escondidos bajo las gradas, porque si ella ha dejado de ser la "Lolita de Long Island", nosotros ya no tenemos nueve años.

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