Cuando los personajes de una película ven un vídeo, rodado por uno de ellos de manera intradiegética, y este se presenta con planos y contraplanos, es más, es una reproducción de la propia película, y no se trata de una broma como en "Spaceballs", sabes que esa película es mala. Machete es mala, muy mala. No tiene estructura, sus diálogos son aberrantes, los malos tienen que verbalizar sus planes para que sean comprensibles y, las inevitables escenas de sexo, se introducen con imágenes de sacacorchos erectos que acabarán siendo usados con funestas consecuencias.
En realidad no es que no tenga estructura, la estructura de Machete es acumulativa, como la del altar atestado de Romeo Dolorosa, en el que se esconde Darth Vader, como el hipercine con tres malos, que avanza como un juego de pantallas, de Lipovetsky y Serroy. Tiros, decapitaciones, miembros cercenados, auge, caída, traición, venganza, lowriders, monjas y enfermeras armadas, tías buenas con parche, explosiones, auge, caída. Es una crítica no real, de una situación más irreal que la representación, si cabe. Con sherifs chiflados y paladines que protegen una tierra en la que no nacieron, una vuelta de tuerca a la política de oscuras intenciones. Y al final, como sucede en "Santo y Blue Demon vs. Drácula y el Hombre Lobo", cuando los malos han muerto sobran las explicaciones, o por lo menos no se dan.
Como buen producto de explotación todo comenzó con un efectista y efectivo trailer. Fueron miles las personas que salieron de las salas esperando ver la cinta, emocionadas, creyentes de su veracidad, haciendo así, que por fin naciese este proyecto, gestado realmente a principios de los noventa. Machete avisa: Es posible que la leyenda supere a la realidad, y que el entusiasmo que generó, el por entonces, falso trailer, se vea reducido a medida que avanza el film. Pero aunque Machete sea feo, incluso horrible, es imposible resistirse a sus feromonas y al final eres tú quien debe decidir. Porque una cosa es lo que está bien o es bonito y otra que te guste o no.
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