Asger Leth guionista y colaborador en De fem benspænd (2003) experimento cinematográfico en segmentos elaborado tête à tête entre su padre Jørgen Leth y Lars Von Trier se estrena en el cine de Hollywood con su segundo film tras su debut en 2006 con el documental Ghosts of Cité Soleil. Ópera prima que supone un retrato ambiguo y difuso de la vida de dos hermanos, ambos líderes de los chimères bandas de delincuentes que servían, al entonces presidente de Haití Jean-Bertrand Aristide, de ejercito encubierto a través del cual hostigar a la población y de enemigo al que atacar al mismo tiempo, reflejo igual de ambiguo, críptico y turbio que la relación entre estas milicias de gangsters y el propio regente del país. Documental que peca de un planteaminto más cercano al del delincuente romántico explotado por la vía de la estética ghetto gang y la música rap que a la crítica, detalle simplemente estético pero que se revela como único ya que aparentemente no posee más lecturas, no se posiciona y parece buscar una narración dentro de la realidad, una suerte de ficción naturalista probablemente heredada de la cuna del Dogma en la que se meció.
Por suerte para él en esta ocasión se abandona por completo en la invención dejando a un lado los hechos reales, y su prisma de crítica social impostada casa bastante bien con un guión de pura serie b escrito por Pablo F. Fenjves un habitual del telefilm y el directo a vídeo, rematando un producto bastante atractivo probablemente de forma más accidental que consciente. Como comentamos la superficial crítica social que aplica el director a sus filmes actúa en clave de burdos y evidentes guiños contra la crisis, moraleja antiburbuja inmobiliaria, discurso popular y populista basado en arquetipos populares y personajes populistas dignos de un género de antaño. Tópico hasta en la crítica, de trazo bastante grueso, en la más digna tradición americana, puro social criticism for dummies, que funciona, logrando cotas dignas de un Larry Cohen de los 70, y como tal se desinfla al final.
Los momentos de acción iniciales recuerdan en exceso al Andrew Davis de El fugitivo (1993) y quizá para más regodeo en los códigos de la serie b todos los escenarios accesorios a la cornisa y alrededores deberían haber sido eliminados, y por consiguiente con ellos varios matices argumentales que juegan en detrimento de la trama y a favor de una acción como comentamos rodada sin personalidad. Ya en su iniciación tras las cámaras Leth trataba de buscar más el disparo y el imapcto que de desenmascarar los engranajes torcidos de un sistema corrupto, en ese caso real, en su cine la corrupción se reduce a un simple elemento de oposición argumental al protagonista y pierde toda entidad como crítica real a la sociedad, ya sea en documental o ficción, por lo que no es de extrañar que a medida que avance su carrera la acción tome el control y la crítica social, si es que realmente la hubo en algún momento acabe por diluirse por completo. Aunque de momento, si es que no existe tal crítica, paradójicamente parece que funciona por lo menos en E.E.U.U y sus provincias culturales, es decir el resto del mundo.
Publicado en Cinecritico
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