Transgression (2011) es una película inclasificable, no porque suponga algún tipo de transgresión, como podría presagiar su título, tampoco porque presente una combinación de géneros inusual pero cuidada, sino más bien por todo lo contrario, ya que en realidad naufraga sin sentido creando un batiburrillo de códigos evidentes, que no por ello conseguidos, algo fácilmente descifrable pero indigesto.
Situémonos. Un matrimonio bastante inconcebible integrado por Michael Ironside y Maria Grazia Cuccinotta; él, corrupto, no sabemos cual es su profesión pero desde luego no la ejerce con toda la honestidad que debería; ella, consorte en segundas nupcias, podría resultar por lo neumático de su figura aunque ya va veterana para el papel de joven madrastra. Un chalet, que no mansión, que colmará el concepto de suntuosidad de cualquiera fácilmente impresionable. Un hijo rebelde (del primer matrimonio de Ironside) que odia a su nueva madre y que fuma cannabis mientras juega a la wii en una habitación inusualmente pequeña para estar en una casa de lujo. Un Ferrari, otro arquetipo simplón del boato. Una noche el pequeño usuario de drogas puente, primogénito y descendiente único de la estirpe, escapa con el opulento coche. Un pretexto bastante vulgar y decadente, así como el contexto que lo rodea, que tratado en una dimensión irónica podría ser más que interesante, pero esto no sucede, de hecho todo lo mencionado hasta ahora apenas es importante.
Durante esta ausencia una banda internacional de ladrones, epíteto que se ganan por la multiculturalidad de sus integrantes que no por el radio de acción de sus operaciones, asalta la mansión familiar. Tras atar de pies y manos y amordazar a la "feliz" pareja, uno de los malhechores desarrolla una absurda fijación con la caja fuerte y su contenido, en teoría desconocido, aunque tampoco es cuestión de tratar ahora de comprender las incoherencias y licencias que plagan el guión. A partir de ahí la cosa va en círculos logrando cotas cada vez más surrealistas, tratando de demostrar que todos los personajes son un atajo de miserables traidores llenos de secretos que retuercen la trama, pero sin conseguirlo en absoluto. Una intentona de ser David Mamet innecesaria y desacertada, porque planteada de una forma menos pretenciosa, aunque nunca sería la intriga sofisticada de altas esferas y bajos fondos que sus autores probablemente deseaban al menos habría sido una buena serie b, con traje pero sin elegancia, con licencia para rozar lo estrambótico sin llegar al esperpento. Quizá así sí tendría cabida, y hasta podría resultar atractivo, un final digno de Historias de la Cripta.
Pero en lugar de ser consciente de sus limitaciones e intentar suplir su handicap con ingenio la obra parece regodearse en un atractivo inexistente, emanando feístas maneras de tv movie, pregonando un elenco presuntamente internacional, valiéndose de una posible sensación de déja vu que te pueda hacer confundir la película o a sus actores con otros cuando en el videoclub no te fijes demasiado en la portada, estrellas de segunda fila, hermanísimos, una noción absolutamente chabacana del lujo y las clases privilegiadas. Lo que fuera sería un subproducto destinado al mercado directo del dvd aquí es una película subvencionada disfrazada de pequeña aventura internacional. Y es que estamos ante más de lo mismo, paradójico pues su título.
Publicado en Cinecritico
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